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Orar con los santos

San Francisco de Asís

 

El mes de octubre se celebra a un gran místico italiano fundador de la orden franciscana: San Francisco de Asís mejor conocido como el “pobrecito de Asís”. Nació en Asís, Italia en 1182. Era hijo de un rico comerciante de telas. El estilo de vida que San Francisco llevaba a causa de su posición social era de mundanidad, riqueza y bienestar. Su padre, afanado con los negocios, quería que él heredara su comercio de finas telas. Pero Dios tenía preparado para él un destino de santidad. Para poder orar en base a la vida de San Francisco nos serviremos de algunos episodios significativos de su vida para aprender de él y seguir su ejemplo.

 

El primero de los episodios de su vida fue cuando, estando en oración en una iglesia en ruinas, la Iglesia de San Damián, San Francisco escuchó la voz de Jesús que le habló desde el crucifijo. El mensaje de Jesús fue claro para San Francisco: “Ve, Francisco, repara mi Iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruina”. En ese momento Francisco tomó de manera literal las palabras del Maestro. Se decidió a reconstruir esa pequeña iglesia. Lo que él no sabía es que más adelante su estilo de vida generaría un movimiento de reforma en la Iglesia. Gracias a su estilo de vida que inspiró a otros se llevó a cabo una reparación espiritual de la Iglesia más que una reparación física.

 

Lo que nos enseña el santo con este hecho de su vida es la escucha y obediencia a la Palabra de Dios. Él escuchó en su interior un mensaje que provenía del Señor. Y sin dudarlo se dirigió a su casa y tomó unas telas de su padre y las vendió para tener dinero para reconstruir la iglesia de San Damián. Eso tuvo unas duras consecuencias en la vida de San Francisco. Su padre pidió que se realizara un juicio contra su hijo y lo desheredó. San Francisco sabía que tenía un Padre en el cielo al cual debía obedecer primero. Por lo tanto, realizó un gesto en la plaza el día del juicio. Se quitó la ropa para indicar que los bienes materiales que su padre le había dado ya no tenían valor para él. El Obispo presente en la escena lo arropó con su manto manifestando de esta manera que era acogido por la Iglesia.

 

Otra escena de la vida de San Francisco que nos puede ayudar para nuestro camino espiritual es cuando inicia a cuidar a los leprosos y atenderlos en el leprosario. La oración de San Francisco no solo lo llevó a la obediencia a Dios por encima incluso de la obediencia a su padre terrenal. Sino que también lo llevó a la caridad para con los más necesitados. El fruto de la autenticidad de la vida de oración de San Francisco se manifestó en el amor fraterno. Antes San Francisco huía de los leprosos debido a su mal aspecto y al rechazo que le provocaba su enfermedad. En la medida que empezó su camino de conversión pudo encontrar en ellos, los más desfavorecidos y marginados de la sociedad, al mismo Cristo. En ellos hallaba la manera de servir a su Señor y de amarlos como Jesús los había amado.

 

La última escena que tomaremos de su vida es el don de los estigmas (las heridas de Cristo en su propio cuerpo). San Francisco recibió de Dios el don de la identificación física con Cristo sufriente. En el monte de La Verna, inmerso en oración, San Francisco recibió una prueba externa y física de su identificación con Cristo. Él había sido “otro Cristo” y muestra de ello fueron los estigmas que marcaron su cuerpo con lo que ya era una realidad en su alma. La oración de San Francisco lo había transformado de tal manera que ahora hasta físicamente era como Aquel a quien por años había contemplado.

 

Habiendo reflexionado sobre la figura de San Francisco, hagamos una oración en familia siguiendo esta guía para pedir que Dios nos permita seguir el ejemplo de este santo.

 

Guía: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Nos reunimos en familia para aprender de San Francisco de Asís y así crecer en nuestra vida de oración. 

 

Lector 1: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.» Mt 11, 25

 

Lector 2: San Francisco de Asís imploramos tu intercesión para que en la oración aprendamos a escuchar y discernir cuál es la Voluntad del Padre para nosotros. Te pedimos que nos enseñes a secundar las mociones del Espíritu que se manifiestan en nuestro corazón y a ser obedientes a ellas, aunque esto implique el rechazo de los hombres.

 

Lector 3: Pobrecillo de Asís nos acercamos ante ti para pedirte que nos enseñes a hacer vida nuestra oración. Te pedimos que nuestra contemplación no se quede reducida a momentos en los que nos acercamos ante Dios para orar. Sino que enséñanos a hacer vida lo que hemos contemplado. Que el fruto de nuestra oración sea la caridad, y la fraternidad hacia nuestros hermanos especialmente los más necesitados y marginados de la sociedad.

 

Lector 4: San Francisco te pedimos tu intercesión para que nuestra oración sea transformante como la tuya. Que cuando entremos en contacto con Jesús en la oración no quedemos indiferentes. Que nuestra oración no sean solo palabras bellas, sino que dejemos que la gracia del Espíritu Santo cambie y transforme nuestro corazón hasta hacerlo como el de Jesús. Que nuestra oración nos haga “otros cristos”. 

 

Se pueden dejar unos minutos de silencio para la meditación personal.

 

Oración:

Para que todos puedan participar en la oración es bueno tener una copia para cada miembro de la familia.

 

«Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión. Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe. Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría. Maestro, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar, ser comprendido, cuanto comprender, ser amado, cuanto amar. Porque es dándose como se recibe, es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna. Amén.»

 

Actividad simbólica:

Al terminar la oración cada uno puede pedirle a Dios que le ilumine para responder a esta pregunta: ¿cómo puedo ser un instrumento de la paz de Dios en mi vida concreta? Si alguno lo desea puede compartir su respuesta a esta pregunta con los demás miembros de la familia.



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