María, la discípula por excelencia
La revista de este mes de mayo nos invita a reflexionar sobre la figura de María en la Biblia y en la vida de la Iglesia. Uno de los atributos más importantes de María es ser la madre de Dios. Ella asume un rol importante en la historia de la salvación porque Dios la eligió para ser la madre de su Hijo. Sin embargo, los Evangelios nos la presentan no sólo como madre, sino que especialmente como discípula. Nosotros no nos podemos identificar con María en su misión de madre del Mesías, pero sí en su discipulado.
Introducción:
Un miembro de la familia leer en voz alta la siguiente introducción.
Nos reunimos en familia para encontrar en María un ejemplo de discípula que ha elegido seguir a Jesús como Maestro y encarnar en su propia vida el ideal del Reino de Dios anunciado por Jesús.
Lectura:
Leer en familia el capítulo 3 del Evangelio de Marcos versículos 31 al 35:
«Llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, lo mandaron llamar… “Tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. Él les respondió: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “¡Aquí tienen a mi madre y a mis hermanos! Porque quien cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre”.» Mc 3, 31-35
Meditación individual y familiar:
Se pueden servir de estas ideas para meditar sobre el texto antes leído.
Como se mencionó al inicio de este artículo, María no puede ser imitada por nosotros en cuanto a madre del Mesías. De hecho, ella no tiene ningún mérito en ser la madre del Hijo de Dios. Ella es elegida y de manera pasiva recibe la maternidad. Pero más adelante Jesús pronunciará estas palabras que acabamos de leer recogidas en el Evangelio de Marcos. Jesús parece que reniega de su madre e indica el verdadero vínculo de su nueva familia escatológica: quien cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Este texto nos hace reflexionar que María no sólo es importante por ser la madre de Jesús, sino que ella tuvo que hacer un camino para formar parte de la nueva familia de Jesús. Una familia escatológica reunida en torno al Maestro. De hecho, en la escena relatada por Marcos María está afuera de la casa y dentro de la casa, imagen de la Iglesia, están sentados alrededor de Jesús “la gente”, es decir, aquellos que lo han seguido. Están sentados como gesto de escucha de la Palabra de Dios manifestada en Jesús.
María no está excluida de este nuevo grupo. Pero para poder formar parte de la familia de Dios hay una condición. Ya no sólo basta tener un vínculo de sangre con el Maestro ahora es necesario estar vinculados por la adhesión a él por la fe en su palabra y el cumplimiento de su voluntad. Es decir, María debe elegir ser discípula. Debe elegir escuchar la Palabra de Dios y poner en práctica su mensaje.
Y, de hecho, ella lo hace de manera excepcional. El Evangelio de Lucas nos lo atestigua. El momento en que María recibe el anuncio del ángel en el que se le indica que va a ser la madre del Mesías ella responde de esta manera: «se haga en mí lo que tú dices» Lc 1, 38. Es decir, Lucas la presenta como la primera creyente de la Palabra pronunciada por parte de Dios. E Isabel lo reconoce: «¡Dichosa tú porque has creído!» Lc 1, 45. María elige creer, adherirse a Jesús, convertirse en su seguidora y por lo tanto en la primera ejemplar discípula.
Nosotros estamos llamados a seguir su ejemplo. Nos podemos preguntar: ¿Somos cristianos por destino o por elección? ¿Nuestro cristianismo depende de nuestro origen cultural o familiar? ¿O hemos decidido ser discípulos de Jesús por elección? ¿Somos capaces de escuchar su Palabra y adherirnos a ella por la fe? ¿Al escuchar la Palabra de Dios la ponemos en práctica cumpliendo su voluntad?
Se pueden dejar unos minutos de silencio para la meditación personal.
Oración:
Si se considera oportuno, se le puede sacar copias a la oración para que cada uno pueda participar mejor.
María, madre de Jesús y madre nuestra, tú que eres la discípula por excelencia enséñanos el camino de la fe. Queremos ser creyentes como lo eres tú. Queremos acoger la Palabra de Dios para que se haga carne en nosotros y así poder cumplir la voluntad del Padre de manera perfecta como lo hiciste tú. Danos tu fe, danos tu caridad, danos tu corazón. Amén.
Compromiso:
Después de haber leído, meditado y orado con la Palabra de Dios ésta nos debe mover al compromiso. Como familia sigamos el ejemplo de María. Hoy renovemos nuestra fe en Jesús. Digamos públicamente que no seguimos al Maestro porque así nos enseñaron, sino que lo seguimos porque elegimos creer en Él. Así nos convertiremos en verdaderos discípulos y, por lo tanto, en familia de Dios.