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Para tomar buenas decisiones

En la vida familiar hay momentos importantes de toma de decisiones en donde nos sentimos necesitados de una guía, de un señalamiento en el camino, de una certeza de que las decisiones que tomamos son las correctas. Tenemos a nuestro alrededor muchos medios humanos que nos pueden ayudar, un buen consejo, una ayuda psicológica, un libro que nos abre horizontes. Sin embargo, no siempre sabemos descubrir qué es lo que Dios, en su designio de amor, cree que es lo más conveniente para nosotros. ¿Cómo saber tomar una decisión de la mano de Dios?

EL DISCERNIMIENTO EN NUESTRA VIDA

La palabra discernimiento nos ayuda a entender el proceso para tomar buenas decisiones. Discernir es distinguir una cosa de entre otras. En este contexto puede ser aplicado a distinguir cuál es la mejor de las opciones de entre las que se me presentan. Y en la relación con Dios puede considerarse como un proceso para saber si nos estamos dejando guiar por el Espíritu de Dios, por nuestro propio espíritu o por el espíritu del mal. A eso se le llama: discernimiento de espíritus.

En la vida cristiana es bueno hacer un discernimiento ya que a veces vivimos nuestra vida sin incluir a Dios en la toma de decisiones y por eso nos vemos solos, temerosos, angustiados por las decisiones que hay que tomar sin darnos cuenta que tenemos a un aliado. Un Dios que nos quiere mostrar Su camino, que es el mejor, el que nos traerá un mayor bien. “Enséñame tus caminos, Señor, para que yo camine en tu verdad” (Sal 86, 11).

APRENDER A DISCERNIR

Se puede considerar como primer paso en el discernimiento el aprender a tener una familiaridad con Dios, es decir, a vivir poniendo todas nuestras elecciones en manos de Dios. Cada uno sabe el modo en que se dirige a Dios y le habla. Algunos lo buscan en los sacramentos, algunos en la oración, algunos en las circunstancias, algunos en los demás. En el fondo lo importante es la actitud del corazón. “Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro” dice el salmo 27, 8-9. El alma que busca ardientemente al Señor lo halla ya que Él es fiel y sale al encuentro de los hombres.

Siendo conscientes que la actitud de búsqueda de Dios es la más importante, después hay que hacer un proceso para entender si la respuesta que estamos recibiendo viene de Dios o no. Para esto se requiere mucha sinceridad de corazón. En lo profundo de nuestra conciencia tenemos certezas. Sabemos qué es lo que nos va a hacer bien, qué es lo que Dios quiere. Por lo que necesitamos escuchar y dejar emerger lo que nuestra conciencia nos está diciendo. Ahí se manifiesta Dios quien nos quiere guiar con su luz hacia un bien. Para poder distinguir lo que el Señor nos muestra en la conciencia ayuda tener una guía espiritual, un padre o madre espiritual, que nos conozca para que nos ayude a distinguir las voces que hay en el interior.

PEDIR LUZ AL ESPÍRITU SANTO

En este camino de discernimiento hay que ser conscientes que Aquél que nos guía es el Espíritu Santo. Es a Él al que invocamos para pedirle luz en medio de la oscuridad. Hay que aprender no solo a llamarlo en momentos de toma de decisiones importantes sino que aprender a vivir guiados por Él, conducidos por Él. Lo que hace el Espíritu es habitar en nosotros y desde dentro de nuestra intimidad nos va conduciendo, mostrando, llevando. No es un agente externo que aconseja sino que es el mismo Dios que ha venido a hacer morada y en comunión con nosotros no solo nos muestra el camino sino que lo vive con nosotros. Él nos da la fuerza para afrontar y vivir aquello que hemos visto claro como camino de Dios.

EL FRUTO DE LA PAZ

Uno de los modos para saber si la decisión que vamos a tomar viene de Dios o no es el fruto de la paz. Si en el corazón tenemos una experiencia de desorden, desconcierto, miedo, etc. no es momento para tomar una decisión. En el interior tiene que habitar el Espíritu de la paz que es garante del bien que traerá consigo esa decisión. A veces sabemos la opción que tenemos que tomar pero no tenemos la fuerza, nuestra afectividad no está lista, no nos sentimos capaces. Por lo que hay que esperar. Hay que tenernos mucha paciencia hasta que llegue le momento en que con paz podamos dar el paso que vemos necesario dar.

CUANDO NOS EQUIVOCAMOS AL TOMAR UNA DECISIÓN

En este proceso de búsqueda de la decisión a tomar nos podemos equivocar. Es parte de nuestra limitación como criaturas el errar en ciertos momentos. A veces pensamos que si no tomamos la decisión adecuada el Señor no nos va a acompañar. Si no hemos querido seguir su voluntad nos va a abandonar en el camino. Y eso es un error. La voluntad de Dios siempre se cumple. Él es Dios y está por encima de nuestras buenas o malas decisiones. Él es capaz de revertir esa experiencia de mal para convertirla en camino de aprendizaje; de crecimiento. Nos ve en el error, en la equivocación, en el mal camino y viene para mostrarnos el mejor modo de vivir esta equivocación, este error y sacar lo mejor de él.

Dios vuelve a acomodar los hilos de la historia para que podamos recuperar el sendero. Es ese buen pastor que ve a su oveja descarriada, va hacia donde esta, la toma en sus hombros y le dice: “Yo te llevaré a prados de fresca hierba para apacentarte. Te conduciré hacia aguas de reposo para confortar tu alma.” (Cf. Sal 23, 2-3). Por eso si tomamos nuestras decisiones de la mano de Dios aunque nos equivoquemos no nos equivocamos. Porque Dios será garante del bien que puede obtener incluso del error.

Podemos utilizar esta oración antes de una toma de decisiones:

Espíritu Santo, ilumíname. Muéstrame el mejor camino. Que las decisiones que tome a la luz de tu Palabra y tu mensaje me lleven a mi y a mi familia a la felicidad. Hazme descubrirte en la intimidad de mi conciencia y reconocer la voz que me enseña por dónde tengo que caminar. No quiero avanzar solo, no quiero decidir solo. Quiero que tu seas el garante de todas mis opciones. Ven y condúceme tú, viviendo en mi muéveme hacia el camino que lleva a ti. Y si me equivoco no me abandones. Haz que aprenda del error y regrésame al sendero que lleva a ti. Amén.

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