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¿Soy yo el guardián de mi hermano?

El mes de marzo se celebra en México a la familia. Esta ocasión favorece el agradecimiento a aquellos que nos han permitido ser quienes somos. Es en el ámbito familiar en donde nos sentimos más valorados y aceptados y por lo tanto es el lugar en donde podemos ser nosotros mismos. Es la plataforma más importante para que, a partir de ella, podamos ofrecer lo mejor de nosotros mismos a la sociedad.

Introducción:

Un miembro de la familia puede leer en voz alta la siguiente introducción.

Estamos aquí como familia porque sabemos que nos necesitamos los unos a los otros. Nada de lo que le sucede a un miembro de la familia nos es indiferente. Queremos ser, los unos para los otros, guardianes de nuestros hermanos.

Lectura:

Se lee en familia el siguiente texto:

«El Señor dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”. Respondió Caín: “No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?”. El Señor le replicó: “¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde el suelo”.» Gn 4, 9-10

Reflexión individual y familiar:

Se pueden servir de estas ideas para reflexionar sobre el texto antes leído.

El texto que acabamos de leer narra una de las historias más conocidas de la Biblia: el relato de Caín y Abel. Es la historia de dos hermanos, hijos de los primeros dos hombres: Adán y Eva. Cada uno tiene una responsabilidad en el hogar. Uno cuida del ganado y el otro de la tierra. Por un episodio de envidia Caín decide eliminar la vida de Abel, su hermano. La respuesta de Dios ante este acontecimiento es preguntarle a Caín por su hermano Abel y la respuesta de Caín es esa famosa frase: «No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?».

Este relato nos ayuda para reflexionar sobre los lazos familiares. En nuestra sociedad actual la tendencia es al individualismo. En las últimas décadas la sociedad ha puesto en primer lugar de la escala de valores al individuo antes de la comunidad. Frases como: “lo importante es que tú estés bien pase lo que pase con la sociedad”; “es tu vida y tu puedes hacer lo que quieras con ella aunque esto tenga una repercusión en la comunidad” se nos presentan constantemente.

En la antigüedad eso no era así. El individuo era parte de una comunidad y no se podía desligar de la responsabilidad que esto le implicaba. La comunidad era lo importante. Por comunidad se entiende tanto el núcleo más básico y esencial: la familia, como la tribu, el clan o la nación. Claramente que es importante el equilibrio, tanto el individuo como la comunidad tienen un valor y se debe lograr que las dos partes reciban un beneficio.

De todas formas el texto bíblico nos da una lección para nuestra sociedad actual. Todo lo que hacemos, todo lo que nos sucede, todo lo que omitimos, influye a nuestro núcleo familiar. No podemos pretender que las cosas buenas o malas que acontecen en nuestra vida no impacten a nuestro entorno. Si un miembro de la familia está enfermo toda la familia sufre con él. Si alguien de la familia tiene un vicio toda ella se ve marcada por esta realidad. Si en la familia hay una persona más vulnerable psicológicamente todos deben verse involucrados en su proceso.

La familia, por tanto, debe ser consciente de ello y no darle la vuelta. Ante estas situaciones lo más fácil es que cada uno se encierre en su cuarto con su celular o su televisión y pretenda pasar desapercibido de lo que sucede en casa. Pero aunque cada uno quiera hacer su vida eso que sucede en la comunidad, en la familia, le afecta. Es por eso que debemos aprender a abrir las puertas de nuestros cuartos y de nuestros corazones para salir al paso de nuestros hermanos. Dios, al final de nuestra vida nos va a preguntar: «¿Dónde está Abel, tu hermano?».

La respuesta a esta pregunta nos ayuda a reflexionar. ¿Dónde está mi hermano? Y no solo físicamente, es decir, dónde vive, a dónde va, con quién va… Sino que dónde está mi hermano en su vida personal: ¿se qué es lo que sufre? ¿qué es lo que le inquieta? ¿qué es lo que le alegra? ¿puedo describir cuál es su situación actual? Solo si somos conscientes de quién es nuestro hermano podremos salir al encuentro de sus necesidades. Y solo si nosotros también le dejamos saber a nuestro hermano dónde estamos nosotros él también podrá salir al paso de nuestras necesidades.

Actividad simbólica:

Después de leer esta breve reflexión se les invita, a cada miembro de la familia, a rellenar el siguiente cuestionario y compartirlo con los demás. De esta manera tan sencilla podrán conocerse más a profundidad y salir al paso de las necesidades de los hermanos.

Las preguntas son: ¿Cómo me encuentro en este momento de mi vida? ¿Hay algo que me inquieta? ¿Hay algo que me alegra? ¿Hay algo que me hace sufrir? ¿Tengo una necesidad especial? ¿Cómo me siento en casa? ¿Qué quiero pedirle a la familia?

Después de haber escrito el cuestionario se pasa a los demás para que todos lo lean. Después de leerlo cada miembro de la familia se acerca al que escribió el cuestionario y le dice: «Quiero ser guardián tuyo, hermano, no estás solo» y le da un abrazo.

Oración:

Se termina este momento con una oración que pueden recitar todos juntos en voz alta.

Santísima Trinidad venimos a presentarte a nuestra familia. Queremos aprender a ser, los unos para los otros, guardianes. Queremos salir de nuestros cuartos, de nuestro individualismo y abrir nuestro corazón a las necesidades de los que nos rodean y más amamos. Danos tu corazón para amarlos como tu los amas. Amén.



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