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Año nuevo, vida nueva en Cristo

           

Comenzamos un nuevo año y con él todas las ganas de cambiar ciertas cosas de nuestra vida que no nos convencen. Las dietas, el ejercicio, mejores hábitos, etc… son las cosas que suelen encabezar la lista de cosas que deseamos mejorar en el año que inicia. Pero ¿qué tipo de transformación nos invita hacer Dios en este nuevo año?

Un nuevo comienzo siempre es necesario. De hecho en el Antiguo Testamento encontramos un ejemplo en la fiesta de los Ácimos (Lv 23, 6-8). Esta fiesta estaba dedicada al comienzo de la siega de la cebada. Por siete días el pueblo comía pan fabricado con los nuevos granos de la cosecha sin levadura. Esto quiere decir, sin nada que provenga de la cosecha anterior. Se utilizaba un poco de la cosecha antigua como levadura del nuevo pan. En el caso de la fiesta de los Ácimos el pan que se comía era solo y exclusivamente de la nueva cosecha. Con esto se quería enfatizar lo que significaba un nuevo comienzo. Para ello evitaban usar lo viejo y mezclarlo con lo nuevo.

Esta imagen nos ayuda para pensar en nuestra vida y en la de nuestra familia. Este nuevo año tenemos la oportunidad de empezar de nuevo. Estamos llamados a barrer la levadura vieja para ser una una masa nueva como nos dice San Pablo en 1Cor 5, 7. Pero a veces nos preguntamos ¿cómo poder volver a empezar? Nuestro pasado a veces nos pesa tanto que pensamos que para nosotros ya no hay oportunidad de cambiar. Creemos que siempre nos va a acompañar nuestra “levadura”, es decir, aquello que ha corrompido nuestra vida. Creemos que no podemos ser panes sin levadura, que no podemos cambiar.

Es verdad que nuestra historia ahí está. No podemos negar nuestro pasado ni simplemente dejarlo atrás. Se nos dice muchas veces: “Hay que darle la vuelta a la página”. Esto es totalmente cierto pero, antes de cambiar página, es necesario haber leído toda esa página completamente. Esto quiere decir, nuestro pasado hay que asumirlo, encajarlo, superarlo e integrarlo en nuestra historia. Pero una vez asumido estamos invitados a volver a empezar.

El año nuevo nos da esta oportunidad. Hay que creer que tanto nosotros como los demás que nos rodean podemos cambiar. Tenemos la oportunidad de dejar atrás la vieja cosecha e iniciar el año con esta nueva masa, sin levadura, sin corrupción y empezar de nuevo.

Ahora bien, retomando la primera pregunta de reflexión: ¿qué tipo de transformación nos invita hacer Dios en este nuevo año? Estamos llamado a ser nuevas creaturas en Cristo. Esto nos lo enseña San Pablo en la carta a los Efesios. Él nos invita a despojarnos del hombre viejo y de su anterior modo de vida, corrompido por sus apetencias (cf. Ef 4, 22) como lo vimos antes en el ejemplo de los panes sin levadura. Pero ¿para qué despojarnos? Para revestirnos de Cristo.

San Pablo sigue adelante con su exhortación. Invita a los fieles de Éfeso y por lo tanto a todos nosotros a renovarnos en la mente y en el espíritu (cf. Ef 4, 23). Lo primero que nos exhorta es a renovarnos en la mente. San Pablo se refiere a tener una mente llena del Espíritu. Es decir, una mente que nos ayude a comprender los designios de Dios. Una mente que posea la sabiduría del Espíritu para iniciar y continuar el año guiados por este Espíritu divino que nos va a ir mostrando progresivamente el camino hacia Dios. 

Además nos invita a renovarnos en el espíritu, es decir, en lo más íntimo que tenemos, en nuestra capacidad de elegir, en nuestra inteligencia y en nuestra voluntad. Nos exhorta a ser renovados por el Espíritu de Dios en aquello que es lo más interior. Porque si nuestro interior está lleno de Dios entonces se reflejará en todo lo que hacemos.

Finalmente nos invita a revestirnos de una nueva condición humana que es creada a imagen de Dios, es decir, que vive por la justicia y la santidad (cf. Ef 4, 24). En el fondo San Pablo nos está hablando de una transformación en Cristo. De vivir en conformidad plena con Dios en las propias acciones y en el propio ser. Este nuevo año, esta vida nueva, no es una vida cualquiera sino que es ser en Cristo. Estamos llamados a revestirnos de Cristo para ser como Él. Evidentemente esto es un proceso de transformación que no lo podemos llevar a cabo nosotros mismos. Dios es quien tiene que cambiar nuestro corazón.

Dios, nos dice el texto de Efesios, es justo y santo. A esto estamos llamados también nosotros, con la gracia del Espíritu. Dios nos impulsa a ser justos y santos como él es justo y santo. Esta justicia hace referencia directa al amor. Estamos llamados a dar a los demás lo que en justicia necesitan para vivir. No podemos ser indiferentes ante tanto dolor y sufrimiento que nos rodea. No es justo que no actuemos. En justicia debemos volcarnos en los más necesitados. 

También estamos llamados a ser santos. Esta palabra se refiere a Dios que se halla lejos de toda mancha y de toda maldad. Ahora bien, ¿cómo ser santos como Dios?,  ¿cómo no tener mancha ni maldad? Es Dios mismo el que irá purificando nuestro corazón a través de su gracia y de su amor. Él es el que nos capacitará para ser a su imagen santos y justos. Él será el protagonista que irá dándonos su corazón y configurándonos con Él.

Es por eso que este comienzo del año, en el que deseamos tener una vida nueva en Cristo, hay que iniciarlo con una súplica. Hay que pedirle al Señor que nos libere de toda aquella vieja levadura y que nos haga panes ácimos, es decir, sin levadura ni corrupción. Que vaya quitando de nosotros, progresivamente, todo aquello que no nos permite ser imagen de Él. Que nos mande su Espíritu para que nuestra mente y nuestro corazón sea renovado según su voluntad. Así llegaremos a tener una vida nueva en Cristo.

Oración para el inicio del año:

Señor en este inicio de año deseamos tener una vida nueva en Cristo. Somos conscientes de que este cambio implica dejar atrás toda la vieja levadura que corrompe nuestra vida. Para ello te pedimos la fuerza para comenzar el año dispuestos a recibir tu gracia que todo lo renueva y que nos dará la posibilidad de ser como tú: justos y santos ante nuestros hermanos. Amén



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