La angustia de ver a uno de los hijos ir por un mal camino
Para un padre de familia lo más importante es la felicidad de los hijos. Verlos crecer sanos y felices es una de las mayores satisfacciones. En cambio verlos tomar un camino equivocado es una de las más grandes angustias. ¿Cómo afrontar estos momentos?
ACEPTAR LA SANA AUTONOMÍA DE LOS HIJOS
Una de las cosas que los padres de familia deben aprender a hacer es aceptar que los hijos tienen su autonomía. A pesar de que ellos los han llevado en su vientre, cuidado, visto crecer, tienen que lograr reconocer que son personas distintas a ellos. Que tienen su propio camino, su propia historia. Que deben tomar sus decisiones, caminar su camino, caer en sus errores y levantarse. Es duro para un padre de familia aceptar esto. Nunca quisieran que nada malo les pase a sus hijos. Pero deben entender que también el Padre Dios ha elegido ese camino para el hombre. Uno de los dones mas hermosos que nos da el Señor es el don de la libertad. Libres nos hizo el Señor para vivir esta vida decidiendo y optando por el camino de la felicidad. Saber que cada uno es libre y que puede y debe tomar sus decisiones es necesario. Y quizá en teoría todos los padres lo saben. Pero hay que dejar, soltar, confiar en los hijos. Para que ellos, progresivamente, puedan ir tomando sus decisiones.
EDUCAR EN LA LIBERTAD
Ahora bien, aunque cada persona es libre de tomar sus propias decisiones la misión de los padres es educar en esa libertad. Y para ello hay que ser conscientes que tienen la responsabilidad de los hijos hasta que son mayores de edad. Esto no quiere decir que hasta que cumplan dieciocho años los padres decidirán todo lo que viven los hijos. Más bien de modo progresivo deben ir ayudando a los hijos a tomar las decisiones que por su madurez y por su etapa de vida pueden ya tomar. Desde niños hay cosas que no son tan trascendentes que pueden ir eligiendo: que tipo de ropa usar, que hacer con el domingo que les dan, que amigos escoger, etc… Poco a poco y de modo progresivo los padres van viendo qué es lo que pueden o no decidir según la madurez y personalidad de cada hijo. En esto no hay recetas. Cada padre de familia, en diálogo con su pareja y suplicando la luz de Dios debe ir viendo lo que ayuda o lo que no a cada hijo.
Es importante también dejar que los hijos asuman las consecuencias de sus decisiones. Ellos deben de ser responsables de la elección que tomaron. Así si decidieron gastar todo su dinero en unos dulces, ellos mismos se darán cuenta que ya no tienen más dinero para otra cosa que querían comprar por lo que deben aprender a ahorrar. Y este ejemplo es sencillo. Pero así debe ser con todo para que los niños, desde pequeños, asuman las consecuencias de sus actos.
SEMBRAR EN LA CONFIANZA
A demás de ir educando a los hijos en libertad, es necesario sembrar en la confianza. Y el verbo es sembrar ya que si no se invierte en la confianza de las personas, a la larga, no se puede pretender obtenerla a la fuerza. La confianza se da cuando se hace la experiencia del amor incondicional. Los hijos, desde su nacimiento, deben experimentar que los padres los aman así como son. Esto concede a la relación una primera base de confianza. Pero después, el diálogo puede reforzar esta base. Es importante que los hijos experimenten que pueden hablar con sus padres de todo lo que viven y que estos los escuchan con empatía y comprensión aunque tengan que guiarles por el camino del bien. Esta base de confianza es también para los hijos una fuerza para confiar en si mismos. Si sus padres confían que serán capaces de caminar por el bien entonces ellos se sentirán seguros para poder avanzar por ese camino marcado previamente por ellos.
LA DURA EXPERIENCIA DEL PADRE DEL HIJO PRÓDIGO
Ahora bien, esto es un proceso previo. Pero ¿qué hacer cuando nuestros hijos están tomando malas decisiones que eventualmente les llevarán a caminos equivocados? Los padres de familia nos se pueden quedar callados. Tienen la responsabilidad en conciencia de advertir a los hijos que quizá no es buena la decisión que están tomando. También pueden y deben dar los permisos adecuados. Pero si los hijos, a pesar de muchos intentos deciden tomar un camino erróneo a los padres solo les queda estar ahí para cuando regresen. Lanzar puentes una y otra vez para ver si se dan cuenta de su error. Pero sobre todo esperar y esperar al tiempo de Dios en donde los hijos se den cuenta de su mal camino y de las consecuencias que han tenido para entonces regresar a casa.
Es la dura experiencia del Padre de la parábola del hijo pródigo (cf. Lc 15, 11-32). Un padre que con dolor ha tenido que dejar ir a su hijo sabiendo que no era un bien para él. Lo ve partir pero se sienta fuera de su casa a esperar que regrese. Los hijos, al tomar malas decisiones y al verse sumergidos en una vida que les esta dañando necesitan saber que tienen un hogar al que regresar. Y regresarán heridos, sucios, dolidos, al seno de sus padres suplicando que los ayuden a salir de esta situación. Así los padres tienen que ser reflejo del corazón misericordioso del Padre. Ofrecer a los hijos ese cobijo, ese abrazo y esa acogida que nadie en el mundo les va a dar. Volverán a hacer la experiencia del amor incondicional que a pesar de todo el dolor siguen siendo amados.
La parábola es elocuente. Los gestos del padre nos hablan de la actitud que deben tener los padres de familia al ver regresar a sus hijos tan desnudos, tan heridos, tan necesitados. Primero lo ve de lejos y corre para abrazarlo y llenarle de besos. No hay reproches, no hay regaños, hay acogida, amor, misericordia. Le escucha su confesión; su pecado. El hijo necesita expresarle al padre cuán arrepentido y dolido está. También un padre de familia debe escuchar a su hijo. Porque sacar su dolor es parte de su curación. Dejar que desahogue su pena, su error, su miseria. Y no escuchar de sus padres nada mas que experimentar que va a ser, como en la parábola, vestido, calzado, dado de comer, vuelto a ser acogido en su hogar como el hijo que estaba perdido y ha sido hallado. Es dura la espera de un hijo que se ha ido pero es necesario pedir la fuerza del Padre para esperar el regreso de ese hijo y para poder llenarlo de todo el amor y todo el cariño que necesita.
Esta oración la puede repetir un padre de familia cuando se encuentra en esta situación:
Buen Dios, tu que eres Padre conoces la angustia de nuestro corazón por ver a uno de nuestros hijos ir por un mal camino. Te pedimos que lo protejas y lo traigas a casa para que experimente en nosotros el amor misericordioso de tu corazón. Fortalécenos para poder esperar sin caer en la desesperación. Es también tu hijo, hazlo volver a casa Señor. Amén