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Dios puede “recrear” nuestra familia

La lectio divina es una manera de acercarse a la Palabra de Dios para que el Señor ilumine nuestra inteligencia, nos haga descubrir su mensaje en su Palabra, convierta nuestros corazones y nos permita dirigirnos a Él formulando una oración. Para ello se siguen cuatro sencillos pasos: leer, meditar, contemplar y orar. Esta lectio divina pretende ser para ustedes lectores una ayuda para orar en familia. Hacerla juntos puede lograr que su hogar se convierta en escuela de escucha de la Palabra y morada de la misma.

Lectura:

Es importante leer juntos y de manera pausada la Palabra de Dios que se ha elegido para realizar la lectio divina. Un miembro de la familia puede leer en voz alta todo el texto de Gn 8, 1-22. Aquí se presentan algunos versículos significativos:

«Entonces Dios se acordó de Noé, de todas las fieras y de todo el ganado que estaba con él en el arca; Dios hizo soplar el viento sobre la tierra y el agua comenzó a bajar… Esperó otros siete días y de nuevo soltó la paloma desde el arca… Al atardecer la paloma volvió con una hoja verde de olivo en el pico…»

Gn 8, 1.9.11

Meditación:

Después de haber leído el relato es bueno reflexionar en lo que dice el texto en sí mismo y lo que nos puede decir a cada uno de nosotros. Se pueden servir de estas breves reflexiones y preguntarse: ¿a mí que me dice el texto?

 El texto de Génesis 8 está en el contexto del final del diluvio. Como sabemos la tierra estaba llena de violencia y en consecuencia se da un diluvio que destruye a  todos los seres vivientes sobre la tierra. Dios, que es compasivo y misericordioso, no abandona a su creación y decide elegir a un hombre, Noé, para que construya un arca y en ella puedan salvarse su familia y todas las especies de animales. En nuestra vida y la vida de nuestra familia pueden haber momentos en los que hay maldad, hay violencia o hay caídas y pecados. A veces no son voluntarios pero eso no quiere decir que nos afecten. En consecuencia de ellos podemos experimentar un cierto “diluvio”. Como si todo empezara a salir mal o a perder su curso. Nos podemos preguntar: ¿qué va a hacer el Señor al respecto? ¿Nos va a abandonar a nuestra suerte o va a intervenir?

Después del diluvio Dios interviene para salvar a Noé, a su familia y en ellos representadas todas las familias que vendrán más adelante en la historia, es decir, también nuestra familia. El modo en que se describe el final del diluvio nos recuerda la creación. Los elementos presentes nos hacen ver que en este momento Dios está “recreando” a la humanidad que había fallado. Nos podemos cuestionar: ¿Dios podrá recrear también a nuestra familia? ¿Hemos caído tan bajo que Él ya no puede hacer nada por nosotros? ¿Hay esperanza?

 El primer elemento que el texto menciona es que Dios hizo soplar el viento sobre la tierra y el agua del diluvio comenzó a bajar. Esto mismo sucede en la creación cuando Dios ordena las aguas, se menciona que un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas (Gn 1, 1). Las aguas caóticas del mar, para la mentalidad hebrea son símbolo de mal, de caos e incluso de muerte. Pero estas aguas caóticas son ordenadas por Dios en la creación y en el diluvio descienden para dejar de cubrir la tierra. Esto lo hace Dios a través de su viento o espíritu. El espíritu de Dios es el que ordena la realidad caótica de las aguas y del mal. Esto también nos hace reflexionar ¿Será que Dios podrá ordenar las aguas caóticas de nuestros problemas familiares? ¿Será que Dios enviará su Espíritu y lo recreará todo con su fuerza poderosa? ¿Será que Dios podrá vencer el mal?

 El segundo elemento importante es la mención del número 7. Noé había mandado una paloma para ver si la tierra estaba seca pero la paloma no encontró donde posarse. Entonces esperó siete días antes de volverla a mandar. Para la mentalidad hebrea el siete es símbolo de perfección y de plenitud. En siete días se realiza también la creación (Gn 2, 2). Esto quiere decir que, así como en el relato de la creación Dios, en siete días, ordenó todo el caos, creó a los seres vivos y le dio perfección a todo, ahora Dios realiza una nueva creación. Se toma su tiempo para ordenar todo el caos de las aguas y para volverle a ofrecer al hombre un lugar digno para vivir. Esto nos lleva a pensar: ¿por qué Dios se tarda tanto tiempo en resolver las dificultades de nuestro ámbito familiar? ¿Qué es lo que hace mientras las cosas se van resolviendo? ¿Acaso Él está recreándolo todo poco a poco hasta llegar a los siete días, es decir, a la perfección?

 El último elemento se encuentra en la escena cuando regresa la paloma que en su boca tiene una hoja de olivo. Este es el signo de que hay tierra firme y fértil en donde el hombre y los animales pueden vivir. Esto nos recuerda al jardín del Edén. En el segundo relato de la creación se dice que Dios plantó un jardín (Gn 2, 8). Este jardín daba alimento y sustento a todos los seres de la tierra. Esto sucede también después del diluvio. Los hombres no salen del arca a una tierra árida y desértica que no les da alimento sino que salen a una tierra fértil. Nos podemos preguntar: ¿Dios, además de recrearnos y solucionar los problemas familiares, nos dará alimento? ¿Él nos dará la fuerza para vivir mejor, para no volver a caer en esa situación? ¿Dios nos colmará de sus bendiciones?

Contemplar:

Al haber meditado este relato es importante propiciar un momento de oración personal en donde permitimos que, a través de la gracia, lo que hemos comprendido con nuestra inteligencia se vuelva una realidad en nuestra vida. Cerremos los ojos, abramos nuestro corazón y dejemos a Dios que recree a nuestra familia. Que entre en lo más profundo del corazón de cada uno y haga que termine el diluvio y nos traiga la paz

Oración:

Después de este espacio de silencio en donde cada uno permitió que Dios actuara en su interior es bueno dirigir todos juntos esta oración a Dios:

«Padre creador, nuestra vida y nuestra familia ha sido invadida por las aguas del diluvio, aguas de muerte y confusión. Te pedimos que intervengas como lo hiciste en la historia de Noé para que nuestra vida sea recreada por la fuerza de tu Espíritu . Amén»

(Gn 8, 1-22)

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