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Orar cuando te levantan calumnias o falsas denuncias

Una de las vivencias más dolorosas es cuando alguien, por cualquier motivo, usa información sobre nosotros malinterpretando o a veces manipulando la realidad para difamarnos o calumniarnos. Pocas palabras bastan para destruir la imagen de alguien o desacreditar su buena fama. Esta dura experiencia lleva a un fuerte deseo de que se haga justicia, que la verdad salga a la luz, a veces incluso se experimentan deseos de venganza. ¿Cómo orar en estas circunstancias? ¿Cómo no dejar que nuestra alma se envenene y desee ese mismo mal que estamos recibiendo? ¿Cómo responder según Dios?

LA VERDAD OS HARÁ LIBRES

Lo primero que es importante considerar es que existe la verdad. Aunque alguien sea capaz de distorsionar esa verdad a su favor, la verdad siempre prevalece. El clásico dicho: «La verdad cae por su propio peso» nos puede ayudar en estas circunstancias adversas. La verdad siempre llega a la luz, encuentra el modo de hacer justicia. Quizá en un inicio no lo vemos claro pero eventualmente la realidad de las cosas se presentará evidente.

Esto es un consuelo para quien ha sido calumniado o ha recibido falsas denuncias. Dios le hará justicia pero no con un arma de venganza sino con el arma de la verdad. La primera obra de la justicia de Dios es que la persona que inventa la calumnia no tiene paz en su interior. Al contrario, normalmente tiene una gran envidia o celos que le hacen mentir de esa manera con tal de ver a su “enemigo” sufrir. Esa es su propia condena. Él vive en su interior la podredumbre de su propia mentira. No es ni siquiera la venganza. En eso se muestra la justicia de Dios. Esa persona no se encuentra bien con ella misma, con los demás, con la verdad y en el fondo tampoco con Dios.

En cambio, la persona que ha sido calumniada o falsamente denunciada vive en la paz de la verdad. Todo se pueden poner en su contra pero de su lado está la verdad y por lo tanto de su lado esta Dios que es la verdad. La autenticidad de su vida debe hablar por si misma. Si los demás creen las mentiras que se esparcen a través de la calumnia y se ponen en contra de la persona calumniada ellos mismos se equivocan. Por el contario, quien sabe que ha vivido con sinceridad es libre y no teme el juicio de los hombres. Solo le interesa el juicio de Dios que es el único que conoce en profundidad los corazones y por lo tanto es el único justo juez (cf Sal 94). Es por eso que quien ha recibido una calumnia vive con la paz y la libertad ya que Dios será el que lo juzgue.

LA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO

La calumnia provoca un dolor grande en el corazón porque se mancha una de los derechos básicos del ser humano que es su buena fama. Esto implica una profunda muerte a uno mismo. Nos ayuda a desprendernos de la opinión de los demás y a vivir más libres de lo que los demás piensen, interpreten o juzguen de nuestra vida. Pero esto no es fácil. Por eso tenemos el ejemplo de Cristo.

Jesús en su vida quiso asumir todos los dolores y sufrimientos de los hombres para cargarlos en sus hombros y asistirnos con su gracia a llevarlos nosotros también. Uno de estos dolores fue la calumnia. Se le llamaba borracho y comilón (cf Mt 11, 19), se le juzgaba su modo de relacionarse con las mujeres (cf Jn 4), era mal visto que comía con publicanos y pecadores (cf Mt 9, 11). Y aún así Cristo no dejó de hacer el bien. Aunque los hombres no comprendieran su conducta, lo juzgaran y lo denunciaran con falsedad, Él era libre de vivir lo que consideraba adecuado.

Así es que cuando la dura prueba de la calumnia o los falsos juicios aceche nuestra vida hay que aprender a descansar en los brazos de nuestro Padre que es el único juez y cargar junto con Cristo esta cruz. Sabiendo que si la cargamos con Él se convertirá en yugo suave porque la carga vivida junto con Jesús se hace ligera (cf Mt 11, 30).

BENDIGAN NO MALDIGAN

Una de las reacciones naturales que pueden surgir en nuestro interior es el deseo de venganza. A veces queremos que el mal que nos han hecho se regrese a esa persona como consecuencia de su mal actuar. El Señor sabía que esa es la reacción natural, pero nos invita a vivir según el Padre. Entonces en el Evangelio nos hace la siguiente invitación: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen» (Lc 6,27-28).

Y nos preguntamos: ¿cómo podemos bendecir a aquellos que nos han hecho tan gran mal? Y la respuesta la encontramos en la gracia de Dios. La fuerza de Jesús nos ha alcanzado la posibilidad de vivir distinto. Podemos presentarnos al Señor con palabras sencillas y decirle cuánto nos ha dolido esa maldad que nos hicieron. La mirada compasiva del Padre nos hace encontrar en Él la paz. Él conoce nuestro corazón, Él sabe lo que hemos hecho y vivido. Él esta de nuestro lado. Entonces somos libres para perdonar, para bendecir, para hacer el bien e incluso para rezar por ellos.

La comprensión del Padre nos hace ser comprensivos nosotros también. La persona que nos ha calumniado tiene un problema con su propia vida. Cree que para sentirse bien tiene que hacer menos o hacer daño a la vida de los demás. Y es así como el corazón comprende y es capaz de bendecir. Esto no quita el dolor, pero al menos nos posibilita para amar como Jesús nos invita a amar.

Para pedir la fuerza al Señor para vivir estos momentos de dolor podemos repetir esta oración:

Señor Jesús, la maldad y al mentira han acechado mi vida haciendo un profundo daño. Mi fama y mi buena imagen ha sido pisoteada. No solo a mi han dañado sino que a toda mi familia y a mis seres queridos. Brota en mi corazón un profundo dolor pero sé, Señor, que tu eres mi juez. La gente puede juzgar mi vida desde lo externo y criticarme o condenarme, pero solo tu sabes lo que he hecho. Eso me llena de paz. Tu que eres la verdad, estás de mi lado y la verdad siempre triunfará. Pongo en tus manos mi corazón herido y me uno al corazón de Jesús que vivió y sufrió esto mismo por amor a mi. Siento su compasión y su comprensión. Te pido que no permites que mi corazón se contamine con el odio y la venganza. Ayúdame a prestar mi mano para bendecir al que me ha maldecido y enséñame a elevar una oración por los que me han difamado. Solo con tu gracia puedo amar a los enemigos como tu los has amado. Amén.

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