Jesús, el Mesías esperado
Habiendo reflexionado en la revista en los meses anteriores sobre temas de introducción bíblica como las lenguas y los autores bíblicos, este mes se nos ofrece una reflexión sobre Jesús como Mesías esperado. Las Escrituras nos hablan de alguien y ese alguien es Jesús, el Hijo de Dios, quien vino a salvarnos. Este artículo será una guía para ustedes para que, lo que han comprendido al leer los otros artículos sobre Jesús como Mesías, lo hagan oración en familia.
Introducción:
Un miembro de la familia leer en voz alta la siguiente introducción.
Nos reunimos en familia para orar. Queremos descubrir a Jesús como Mesías anunciado por lo profetas que cumple las profecías en el NT. Pero también queremos descubrir cómo Jesús es nuestro Mesías esperado y viene a cumplir lo prometido por Dios en nuestra vida y en nuestra familia.
Lectura:
Leer en familia los versículos 1, 5 y 6 del capítulo 9 del Libro de Isaías:
«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. La luz resplandece sobre los que habitan en una tierra de sombras… Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: sobre sus hombros descansa la soberanía. Sus títulos son: Consejero de obras maravillosas, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz. Acrecentará su soberanía, la paz no tendrá límites sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y consolidarlo con el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El amor ardiente del Señor todopoderoso lo realizará.»
Is 9, 1.5-6
Meditación individual y familiar:
Se pueden servir de estas ideas para meditar sobre el texto antes leído.
Sabemos que en el AT está anunciado y profetizado todo lo que Jesús cumplió en el NT. Una de las profecías más importantes que Jesús cumplió está contenida en este texto. El texto de Isaías anuncia la llegada de un Mesías. Pero ¿qué significa el mesías? El mesías es aquel que había sido ungido. El ungido, en la época monárquica, era el rey. En el rito de la coronación del rey se consagraba al monarca con aceite. Éste era un símbolo de la fuerza y el poder que Dios le concedía al rey para cumplir su misión.
Ahora bien, ¿por qué el pueblo de Israel espera un Mesías? En la época del destierro a Babilonia se dio fin a la monarquía. Pero el pueblo de Israel considera que Dios le había hecho una promesa al Rey David de que su dinastía sería eterna. ¿Cómo podía ser eterna su dinastía si objetivamente la monarquía había llegado a su fin ya que no había un descendiente de David? Y entonces los profetas empezaron a hablar de un Mesías que vendría para salvar a su pueblo de la opresión.
Es así como Isaías anuncia que se terminará el tiempo de las tinieblas. Ya no habrá oscuridad ni noche. Llegará la luz; brillará una luz que disipará las tinieblas. Y esta luz se identifica con un niño que nacerá y sobre el cual descansa la soberanía. Es decir, es el Rey, el Mesías esperado. Y sus títulos son elocuentes: Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz. Es decir, se identifica a este niño con Dios mismo, con un Padre para el pueblo no temporal sino eterno y con un monarca que traiga la paz al mundo. Y esto lo llevará a cabo el amor ardiente de Dios. Es decir, Dios en su amor enviará a un Mesías salvador para su pueblo.
Esto es lo que se cumple en Jesús de Nazaret. Él es el Mesías, el hijo de David, quien es de la dinastía davídica y que nació en Belén, tierra del gran Rey David. Vino al mundo a iluminarlo. Este mundo que estaba en tinieblas y sombras de muerte recibió la luz eterna; Cristo, el ungido, el Mesías esperado. Vino a ser Rey y a implantar un reino de amor, de justicia y de paz. Dios mismo, el Padre, lo mandó al mundo por amor, para salvarlo, redimirlo y convertirlo en su Reino.
Esto que sucedió hace dos mil años debe suceder también en nuestro hogar. Hay que preguntarnos: ¿Necesitamos a un Mesías, es decir, a un rey y un salvador? ¿Permitimos que Cristo sea nuestro Mesías? ¿Le cedemos el trono de nuestra vida y el de nuestro hogar? ¿Dejamos que implante su Reino de paz, de justicia y de amor en nuestro hogar?
Se pueden dejar unos minutos de silencio para la meditación personal.
Oración:
Si se considera oportuno, se le puede sacar copias a la oración para que cada uno pueda participar mejor.
Cristo, Hijo de David, Mesías esperado ven a nuestra familia y nuestro hogar. Ven a reinar y a establecer tu reinado de amor. Desde tiempo te estábamos esperando. El corazón anhelante te desea. Te pedimos que te conviertas en el Rey de nuestras vidas y de nuestra familia. Amén.
Compromiso:
Después de haber leído, meditado y orado con la Palabra de Dios ésta nos debe mover al compromiso. Como familia comprometámonos a darle más espacio a Cristo, Mesías, Rey, para que reine en nuestro corazón y en nuestro hogar.