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La Biblia es Palabra de Dios

 

Este mes reflexionaremos en una de las verdades más importantes para comprender el valor de la Biblia. Para nosotros los creyentes, la Biblia es considerada Palabra de Dios. Para los primeros cristianos tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento fueron considerados Palabra de Dios. Para ellos no sólo era Palabra de Dios lo que Jesús anunció y lo que predicaron sus enviados, los apóstoles, sino también el Antiguo Testamento, que en Cristo alcanzó su plenitud. Es así como la Tradición nos enseña que toda la Escritura es Palabra de Dios.

 

Introducción:

Un miembro de la familia leer en voz alta la siguiente introducción.

Nos reunimos en familia ya que queremos descubrir en las Escrituras un mensaje de Dios para nosotros. Para ello tenemos que comprender que la Biblia no es cualquier palabra, sino que es la Palabra de Dios dicha al corazón de cada uno de nosotros. 

 

Lectura:

Leer en familia el versículo 13 del capítulo 2 de la Primera Carta a los Tesalonicenses.

 

«Cuando recibieron la Palabra de Dios que escucharon de nosotros no la aceptaron como discurso humano, sino como es en verdad, como Palabra de Dios que actúa en ustedes los creyentes.» 1Tes 2, 13

 

Meditación individual y familiar:

Se pueden servir de estas ideas para meditar sobre el texto antes leído.

 

En este texto de la tradición del apóstol Pablo encontramos una de las verdades más hermosas de nuestra fe con relación a la Biblia. Pablo le habla a la comunidad situada en Tesalónica. A todos ellos les felicita ya que cuando escucharon las palabras que los discípulos de Jesús les habían anunciado no las consideraron unas palabras cualesquiera, sino que unas palabras que tienen como origen el mismo Dios, es decir, Palabra de Dios.

 

En la antigüedad la palabra que se pronunciaba conservaba siempre su eficacia y validez. Las personas al “dar” su palabra a alguien lo hacían con el fin de respetar y cumplir lo que habían dicho o prometido a esa persona. En nuestra sociedad actual las palabras, muchas veces, se las lleva el viento. Y en lugar de ser fieles a lo que hemos dicho nos retractamos y no cumplimos nuestras promesas. Es por eso que se requiere que todo quede por escrito y firmado. Pero en la antigüedad no era así. Bastaba con pronunciar una palabra y eso era suficiente para ser fiel a ella.

 

Es así como en la mentalidad hebrea, en la Biblia, se considera que, a través de la palabra, Dios cumple el mensaje que transmite. Esto lo vemos reflejado en un texto del profeta Ezequiel el cual dice que Dios lo que ha dicho, lo cumplirá (cf. Ez 36, 36). Esto nos lleva a concluir que la Palabra de Dios es dinámica, contiene una fuerza activa y transformante, actúa en el creyente. Hay que preguntarnos: ¿hemos experimentado la fuerza de la Palabra de Dios? ¿nos hemos dejado tocar, trasformar y hacer por la Palabra de Dios?

 

Podemos concluir que Dios se ha querido revelar al hombre. Dios, a través de su Palabra, se abre, se nos entrega, se nos da y quiere entablar con nosotros un diálogo. Pero este diálogo no sólo contiene palabras, sino que también hechos salvíficos. Él nos quiere salvar a través del contacto con su Palabra. En palabras del apóstol Pablo estamos invitados a acoger esta Palabra de Dios para que actúe en nuestra familia.

 

Se pueden dejar unos minutos de silencio para la meditación personal.

 

Oración:

Si se considera oportuno, se le puede sacar copias a la oración para que cada uno pueda participar mejor.

 

Dios nuestro, te has querido manifestar al corazón de cada uno de nosotros y entablar un diálogo de amor. Lo haces a través de tu Palabra. Esta Palabra divina es aquella que no sólo nos comunica un mensaje, sino que tiene una fuerza dinámica, activa y transformadora. Te pedimos que aumentes nuestra fe para que nos dejemos salvar por tu Palabra la cual encontramos en los textos bíblicos. Amén.

 

Compromiso:

 

Después de haber leído, meditado y orado con la Palabra de Dios ésta nos debe mover al compromiso. Propongámonos que, al leer o reflexionar un texto de la Biblia, siempre terminemos preguntándonos: ¿Qué nos dice el texto hoy en día? ¿En qué nos ayuda a vivir distinto? ¿Cómo ilumina y cuestiona nuestra vida e historia? ¿En qué modifica nuestros criterios y valores?


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